miércoles, 25 de noviembre de 2009

El gobierno porteño paga 21 millones de pesos por la electricidad en las villas

Parada bajo una maraña de cables, Genara Cáceres no duda: “Prefiero mil veces pagar la luz y no vivir así”.

Como la mayoría de sus vecinos de la villa 21, de Barracas, tiene frecuentes problemas con el servicio eléctrico y muy pocas soluciones, aun cuando el gobierno porteño destine este año casi 21 millones de pesos para abastecer de luz a las villas de la ciudad. Claro que, hasta tanto no sean urbanizadas, las empresas prestadoras no pueden brindar allí el servicio como corresponde.

No sólo es la falta de luz eléctrica lo que los preocupa. Semejante cantidad de cables, que están unidos entre sí de manera irregular y circulan por encima y por debajo de las chapas de los techos de las casas, son un peligro, amenaza que con frecuencia se cumple. “De noche, los cables hierven y los bomberos vienen seguido. Muchos vecinos se quemaron y algunos murieron electrocutados”, aseguró Luis Otazo, otro vecino de la villa.

Es un círculo vicioso: los vecinos sufren la falta de suministro legal; el gobierno paga por un servicio deficiente, y las empresas no pueden mejorarlo porque la infraestructura existente se lo impide.

Edenor y Edesur firmaron un convenio con el gobierno porteño en el que se establece que el Ejecutivo se hará cargo del pago del servicio hasta que los asentamientos sean urbanizados y las compañías puedan instalar medidores que permitan cobrar el suministro a cada cliente.

Del acuerdo surge que hasta tanto sean completadas las tareas de urbanización, se realizará una medición colectiva de toda la villa, consumo que será pagado por el Estado.

Según informaron fuentes del Ministerio de Hacienda porteño, en 2007 se pagarán 20.800.000 pesos a las empresas prestatarias por el suministro eléctrico de las villas. La cifra se abona por Contaduría General, en el rubro “Ayuda social a personas”.

En la provincia de Buenos Aires, en tanto, el problema se extiende más allá de las villas: si no se resuelve un conflicto entre el gobierno provincial y la empresa Edesur por falta de pago, podría quedar afectado el servicio de quienes viven en zonas residenciales cercanas a los asentamientos (ver aparte).

En la Capital son casi 1.750.000 pesos por mes los que destina el gobierno sólo para llevar luz a las 150.000 personas que viven en los más de 15 asentamientos porteños. Pero igualmente las cuentas no cierran.

“No se imaginan el precio altísimo de no pagar la luz. Es mucho más caro porque tenés servicio muy precario. Es el costo de vivir en esta situación precaria. Acá no vivimos en el Tercer Mundo; vivimos en el quinto”, se quejó Guillermo Villar, presidente de la Coordinadora de Villas, que aglutina a los grupos de cada barrio para trabajar en conjunto sus problemáticas.

“Los vecinos no tendrían ningún problema en pagar la luz; incluso pelearíamos una cuota social, siempre y cuando se realice todo un proyecto de urbanización de aguas, cloacas, gas. Ni más ni menos que lo que alguien necesita para una supervivencia digna”, agregó Villar.

No le fue posible estimar cuándo estaría listo ese proyecto. “A este paso, mucho más de 20 años. Se necesitan no menos de 5000 viviendas, centros deportivos, escuelas, centros de salud... No es cuestión de plata, sino de que no hay una decisión firme. La decisión fuerte del gobierno en invertir para urbanizar las villas atacaría un problema visceral de la sociedad y de la ciudad”, opinó Villar.

Cinco cámaras transformadoras alimentan las 29 manzanas de la villa 21 de Barracas, donde viven más de 35.000 personas, y también a los nueve asentamientos que rodean esa villa. Dijo el vecino Otazo que cada manzana tiene más de cien casas. Y cada casa puede tener seis o siete tomas. El consumo es sideral.

En las viviendas, los cables corren paralelos a los techos de chapa, y hay familias que están conectadas a una docena de fases. “Muy pocos tienen llaves térmicas, y los golpes de tensión queman los electrodomésticos. La gran mayoría quiere medidores, pero eso es imposible por los pasillos angostos, y si nos quejamos, las cuadrillas de Edesur no vienen de noche porque tienen miedo”, lamentó Otazo.

Basta intentar mirar el cielo desde los pasillos de la villa para darse una idea de la magnitud del peligro. Postes podridos y atestados de cables, o completamente negros por los incendios, enjambres de cables pelados unidos en forma irregular que se cuelan por cualquier orificio de las casillas.

“Los cables tocan las chapas y electrifican los techos, y como las chapas están en contacto unas con otras, el riesgo no es para una sola casa, sino para muchas”, agregó Elba González, habitante de la manzana 18, una de las más perjudicadas de la villa.

“Hicimos sacar un cable especialmente para abastecer la sala [de salud] del barrio porque tenían que tirar los remedios y las vacunas por falta de frío”, explicó Otazo.

Tita Cáceres se las rebusca con un almacén polirrubro, y ya no se asombra cuando se queda a oscuras. “Optamos por juntar dos o tres pesos por vecino y pagarle a un electricista para que cambie los fusibles y los cables cuando se pelan y mantenga los postes medianamente ordenados. Esto es un desastre”, concluyó.

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